Olivares, El Manto De Jaén

Retorcida raíz en tronco viva,

reseca y contrahecha, olivo quién diría

que tu fruto oloroso de esperanza

de esa fealdad chata te redimiría,

frutal, cuajado en gemas de jade.

 

 

Te erguiste orgulloso de tu apariencia

reptando por las arenas de los desiertos.

Amante eres de polvorientos terrones

espolvoreados de cal y arcilla.

Tu historia se pierde en la memoria

dentro de las alforjas de las conquistas,

corriendo testarudo por las lomas,

trepando por laderas con buenas vistas,

sorteando arroyos a altozanos subíais

hacia la final toma de las alcarrias.

 

 

Tiernos, hoy asoleados los brotes brillan.

y por la dura tierra de Jaén se tienden

en este lecho, tan fértil como un mancebo

que cubren con regio manto de dones,

con el color de un fruto de promesas,

tendidos por el paisaje como una suave manta

con un ritmo oliváceo de constantes borlas,

hay un encaje que adorna y se engarza

a este paisaje con singulares notas.

 

 

Evolucionas en un océano gigante

que inunda con sus verdosas olas

todo Jaén en gozos bautismales,

entre verdes luces, doradas, untuosas,

con óleos ambarinos que palpitan

en el pulso, en las arterias de esta gente.

Hoy tus huesos ahusados, oscuros, duros

son las pupilas en los ojos de esta gente,

entregada a tus perfumes en la almazara,

encorvando las espaldas ante las aceitunas,

a los trasiegos del lagar entregadas.

 

 

El capacho reboza pleno como una luna,

de frutos cetrinos, lleno de color verdemar,

vareados por mil ramas que te saludan

que se rinden ante ti, reinante oliva,

vuelta zumo espeso, líquido bajas por el paladar

por la lengua bajas, río de oro en las bocas,

de boca en boca, hacia ultramar.

 

 

 

 ©Marvilla 

Terrassa, 3 de setiembre 2017

Humanos

Agobia una piedra en el zapato,

una pestaña en el ojo es la derrota,

un hueso de pollo o un mal trago,

letales y eficientes acogotan,

una astilla en el dedo, aquel lunar,

una inocente escalera encerada,

una florida maceta que cae,

la fuerza imprevista de una descarga,

innumerables miedos que retraen,

la adicción creciente al riesgo,

como un panal que atrae,

pueden crear un fatal desenlace.

 

¡Hacer que esta vida se pare!

 

La picadura de una araña,

un furioso enjambre de abejas,

una vieja lata de conservas,

ese oxidado clavo traidor,

una persiste diarrea,

o no cagar, que da obstrucción,

los hechos dictan sentencias,

casuales amenazas de destrucción

que tantas muertes invocan.

 

¡Somos seres muy mal preparados;

entonces que tantos cuentos

dándonos aires sobrehumanos!

¡Pregón de estúpido orgullo,

de piafantes potros urbanos,

pensando que somos deidades,

con la parca igual nos topamos!

 

Puede que este triunfalismo engañe,

ídolo con pies de barro,

el resultado del combate se sabe;

ser el festín de los gusanos.

A que seguir fabricando tramoyas,

alimentando inútiles tramas.

La esperanza se va por la borda

la infeliz naturaleza estalla.

 

Enseñar oropeles cual pavos reales

abriendo banales abanicos,

con sus vanidades los humanos crecen,

con trucos del mayor descaro.

Nuestro engaño es muy descolorido,

nuestro vuelo tan solo un salto alto.

Creemos ser peces surcando los mares

mas en el agua, ellos no se ahogan.

 

¡La muerte nos ubica,

nos pone el bocado y las bridas!

 

Nos mata el calor, el frío nos congela,

un alud nos sepulta, una riada nos lleva,

dejamos el alma en las carreteras,

un virus, una caída en el baño;

según tantas formas de vivir,

para el impredecible humano

muchos modos hay de sucumbir.

 

Decidamos como frágiles humanos

pensar que esta vida tan breve

merece todos los cuidados.

Y que la naturaleza nos enseñe

a vivir como hermanos.

 

 

 

©Marvilla

Terrassa, 16 de setiembre 2017