Refugio de Amor

Amor, si ves que naufrago,

aunque me rodeen tus brazos

cual guirnaldas salvavidas,

entre negras sábanas de sombras,

sopla la brisa cálida de tu aliento,

que a la sudestada dañina

que viene preñada de torvos vientos

desvíe de la ruta hacia mi alma.

 

Amor, si ves que me ahogo

entre turbias mareas de ansiedad,

entre remolinos de un gris monótono

hazme un boca a boca, por piedad

henchido de tu risa cristalina,

un baipás salvador que desatasque

el camino a mis sonrisas.

 

Amor, si voy por áridos desiertos

y en la travesía, me notas desfallecido,

refréscame con nuestros recuerdos

para poder continuar en el camino.

Devuélveme amor, con tu limpia mirada,

con los besos de tus ojos profundos

que son como teas que mi norte señalan,

por ensalmo el perdido rumbo.

 

Amor creado ha sido un bastión,

que seguro nos resguarda

en refugio de mutua afirmación.

 

Amor, eres mi decisivo credo

Amor, tu y yo reacción química

en un abrazo verdadero

somos activa combustión poética

en celebración incandescente

que sublima nuestra mutua historia

hacia las moradas de poniente.

 

Allende el horizonte esplende

la luz de la victoria

por siempre.

 

 

©Marvilla

Barcelona, 28 de febrero 2016

Tu Refugio Entre las Flores

Tras los muros un reino de armonía

quedaba fuera del dolor y el miedo,

del pasado que hiere sin compasión

de la pérdida del vital afecto

y cerca del evocado abrazo materno.

En ese mínimo edén de la seguridad

lejos del descontrol, de la inquietud,

todo era belleza, fragancia y verdad.

Bajo su escudo, la crueldad sucumbía

al avistar la primera altiva rosa

o frente al hálito de mágico aroma

del jazminero, carnoso e inmaculado,

en su pureza totalmente nevado.

 

Se vetaba allí a las rastreras malezas

que asomaban entre el pedregullo

con su ávido deseo de reconquista,

en su afán voraz por tu intimo reino.

Cantaba en esa corona de los arriates

cada piedra nimia brillando al sol

los atributos de los hijos minerales,

bajo la música del sabio creador

que tañían tus amorosas manos,

en este cosmos equilibrado y sano.

Vivía en este reino un fuerte sauce

reverenciando agradecido tus pasos

que desplegaba alfombras otoñales;

y ante el feo y fiero muro lindante,

velaban de verdores amables las hiedras

acotando la frontera de tus arriates.

 

Estrellas salían en la soleada risa

de enormes girasoles para secar

acres lágrimas que inundaban

tus noches de miedos y fantasmas.

Había una complicidad mutua

de interdependencia vital entre tú

y las coloridas rechonchas dalias

cuando la brisa se allegaba a tu reino,

para tener también ella caricias

y prender entre tus cabellos

fecundas sutiles promesas

engarzando tu pelo de panaderos.

 

Temblor matinal de gemas rutilantes

del sol sediento ocultas y sabias

de su abrazador y letal romance

entre los pétalos de las gazanias.

Flores que en nublados días fieros

selladas vivían; siendo de ti misma espejos,

protegidas del temido invierno

que venía a tu cama manchando de carbón

las flores mustias de tu camisón.

 

En el jardín, una guardia de achiras

impedía plantar los pies y sus pezuñas

a ese monstruo llamado angustia

y tajantes espadas de San Jorge y

espinosos cactus lidian con la negrura.

Los ojos de estos seres entregados

eran las ventanas de tu dormitorio

que anhelaban ver abrirse primaverales,

pasados los retumbes de tus tormentas

entre juegos con aladas fieles

aterciopeladas, cromáticas, zumbonas,

libando mil gratificantes dulzores

en este rincón del mundo estético

de amor recíproco y sin cálculo.

 

Allí eras la reina y sierva sin pudor,

al hincar tus rodillas en la dura tierra

como un devoto ángel de la guarda

exorcizando invasoras malas hierbas,

afanadas en plantar las semillas

del ejercito dañino de la destrucción.

Firmes presentaban armas los gladiolos

entre vaivenes de cinias como pompones

y agitaban rubias barbas los choclos

sincronizadas al ritmo de las rachas

de viento que saludaba a las cometas

entre las nubes del aire enamoradas.

Con luciérnagas como astros fugaces

en el jardín hubo noches estrelladas

con un cielo azabache que titila de luces

entre fragor de aromas a paz de alma

como promesa de una última estación,

más benigna contigo, para darte calma.

 

¿Sabías que tenías una corte de querubines

fragantes, sumisos a tu natural cuidado,

como divina gea de los seres frágiles?

¿Viajeros astrales de tu mirada al cielo

al enraizarse a tus jardines fértiles?

¿Y que tú eras el nexo terreno,

con los azules cielos etéreos?

En un congelando instante

hoy aquel refugio es historia

y todos sus pobladores rendidos

solo habitan en mi memoria.

Todos a salvo laten vivos en mi pecho,

mas aguardan como en vigilia,

un día final para regresar contigo,

el día que un punto, cierre mi historia.

 

 

©Marvilla

Terrassa, 19 de noviembre de 2016