Músculo Sensible

Se despereza entre la sumas y las restas del tiempo,

dejará un aura de sueños, soñando aún entre almohadas.

Las pieles del inconsciente como si fueran pijamas

sobre el lecho yacen desmadejadas

-y vestiduras para ir de sueños, febriles y calladas-.

 

Desnudo le recibe un señor al que a veces no quiere

que no encaja con la foto que se enmarca en su mente.

Bajo gélida luz entomológica le escruta severo

indaga en esta metamorfosis que diluye las líneas

por gravedad, asimilando la carne a curvas elípticas

respuesta a la llamada de los polos de la tierra

en añoranza de pétreas arenas, de húmedo cieno.

 

Clínico, el ojo caza una cana agitada en un reflejo;

cosecha albina de miedos plantada en su pecho.

Estético, el ojo la juzga, sumarísimo la condena.

El señor la arrancará de esa tierra mutante,

es invasora de lo que ayer fuera un edén.

La extirpa con muda rabia tajante;

sabe que nada detendrá estas escaramuzas

de una avanzadilla sembrando por doquier minas,

en un campo que ensanchan crecientes excusas,

en tierra por fuerza que se angosta de vida.

 

Un día el ojo será menos escrupuloso, más indolente

o permisivo con las nuevas claudicaciones

en este señor, cada vez más preso del desconcierto.

Pesa tanta arena y un solo grano más, contundente,

podría ser el del último agotado aliento

del músculo sensible de este señor,

al fin envuelto de yermos desiertos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

©Marvilla 

Terrassa, 22 de Abril 2018

Oscuridad

Hoy casi imposible es tener su abrazo

 

aquel perfecto e incontaminado manto,

 

seno, lago, espacio donde late el miedo,

 

donde se rompe la piel, se evapora

 

la roja sangre, se vuelve polvo el hueso,

 

donde parece que toda materia se diluye

 

como humo para jugar con el aire

 

en rondas de espirales y así huye

 

la última partícula de la corporalidad.

 

Allí renace como una lanza dorada

 

la afilada agudeza de la pura esencia,

 

inabarcable infinita y fluida brinca

 

toda la energía liberada y potente

 

aplasta el miedo a lo desconocido,

 

las reglas empiezan a ser inexactas,

 

se rompen las barreras de la física.

 

Allí se encuentra la tridimensionalidad

 

de los sentidos; en la pura oscuridad,

 

esa perfectamente cerrada luminosa noche

 

de todo hombre, que hemos desterrado

 

con las linternas de la ciencia.

 

Allí se encuentra uno consigo mismo

 

desarmado, indefenso, en su refugio

 

con la voluntad de empezar a alumbrarnos

 

 

©Marvilla 

Terrassa, 24 de Marzo 2019