Once Años...Y Una Elegía

 

 Sobre el cemento plomizo,

junto a un arriate

sangriento de geranios,

en segundos finales se escurrían,

los cuatro mil días

por esta vida,

que en la dura acera,

inmolados,

hoy yacían.

 

Ahí tumbado eras un punto

de angustia oscura y densa

de un legajo,

de un asunto,

con signos de pregunta,

que ni en tu carta

quisiste desvelar.

 

14 de octubre,

fecha marcada

por ti, infante prisionero,

de jornadas desdichadas,

para ti infante maltratado,

en temblor desolado

parando el tiempo,

alzando el vuelo,

rumbo a las nubes

lejanas.

 

Olvidar no quiero

tu mirada,

de ver no dejo

tu dulce rostro

y de pena me desarmo

al pensar tan solo

en tanto seres huérfanos,

que quedarán esperando

en vano tu existencia,

tu luz en el futuro,

más sombríos

por tu ausencia.

 

!Qué risas,

en horas de camaradería,

qué dulces quebrantos

por amor y pasiones,

que la vida que es promesa

prodiga entregaría;

de sorpresa enmudecidos,

en un cajón quedarán,

sin tu aliento,

arrinconados, polvorientos!

 

No puedo imaginar

que desencadenó

tu infortunio,

que denigrante vejación

o si fue sádico acoso;

mas maldigo

rabiosa, eterna excomunión,

infiernos repulsivos

para seres tan sombríos,

de vicios esclavos

capaces de hacer añicos

tu cáliz de cristal,

límpido como la mañana

con manotazo tan brutal,

hasta estallar en tu alba.

 

Este mundo esta aterido,

se rompe en seísmos,

llora azul hielo derretido,

sangra volcánicos pedriscos,

ulula el viento en gemidos,

por una mies enaltecida

con tan nítida bondad,

ahogada por hierba dañina.

 

Viendo en tu carta, y yo igual,

generosidad en estado puro,

dulzores de empatía,

se rompe con tu calma, y yo igual,

anegado en melancolía,

como este planeta,

más hundido, que parecía

el giro de su esfera,

descentrado y más lento,

y los corazones batiéndose

en letargos de invierno,

extinguiéndose

sin tu aliento.

 

 

 

   ©Marvilla

Barcelona, 31 de enero 2016

 

Lejos De Las Llanuras De Padua

 

 

Parte la máquina vetusta, temblorosa

se abre camino y entre perezas resuenan

sus metales como de tuba rezongona.

Ya el sol templa un saco tibio de roeles,

le calienta las tripas y ya vuela, vuela y

ya traga, aún con legañas, los plantíos,

las mudas haciendas con sus fantasmas,

firmes ejércitos de chopos y reuniones

de infragantes orondos y dorados tilos,

a la vera de los cursos de los riegos,

de los caminos, de uno tímidos ríos

donde te miras, cielo rotundo de azules,

como si fueras un techo estelar del Giotto,

u obra fueras delicada, de Mantegna,

azul límpido de buen tiempo es presente

por bula dada arriba, celebración por el viaje;

que estás hoy cielo, entre sutilezas de nubes,

entre leves velos y cenicientos fulares,

en hechuras de gasa que nadan en ti cielo,

azul estampa de tierras de ensueños,

de canales aéreos, marco de espectaculares

aguas, de tan añiles, me pareces cielo

o en tus nubes etéreas figuras febriles,

trazadas entre albas de humos, ver creo

aires de una danza en las ventanas

de esta máquina, que bailan y pasan,

que aceleran o se acalman, mágicas

al modo de caprichos de esta máquina

devoradora de casas, de árboles,

de aceros brillantes plateados, va ávida,

abriendo en dos como un certero tajo

salva las trémulas llanuras de Padua,

por el Veneto hasta Castellfranco.

 

Ante tanto repique, tanta tembladera

se acerca blanco de nata a la ventana

erizado, despierto el amo de esta frontera.

Corre a ver pasar la máquina ruidosa,

trayéndome consigo aquí a sus tierras

y lanza gélido aliento a los cristales

y un hálito que lleva profunda congoja

al vagón, me abre brecha en el pecho,

perceptible, pero muda como una hache.

Ante las ventanillas ahora nacen pájaros,

nuevos actores que hacen sus escenas.

Se enredan entre aventados cánticos

de luengos gigantes esbeltos que suenan,

entre ellos danzan, libres de jaulas y penas

que al punto evocan en mi tu libre figura,

de ave libre, del aire, nunca sujeta,

cual vida que se ahoga si acaba presa.

Ensoñaciones, metáforas, en mi destino

final; la estación, de mi no se apean.

La locomotora es cómplice y testigo

mientras recojo la tristeza y mi abrigo.

 

Enfilo de quedo, por la avenida de tilos,

mis pasos, la solemne escolta vegetal,

centenaria es una guardia de amigos,

piso recuerdos caídos como las hojas,

de colores variados, ciclámenes, cobrizos,

sobre alfombras de recuerdos me deslizo,

como llaves del pasado abren puertas.

Una cuenta atrás de metros, de baldosas,

de asfalto, de imponentes casonas,

de blasones, de palacios y tiendas

son el entorno, el contorno, el paisaje

que me indica en silencio, me guía

y recuerdo tu mención del puente,

y a la izquierda rumores de agua fría.

La senda es más estrecha y en el horizonte

el amo de la frontera, de este lugar vigía,

y el sol a mi altura me mira a las once

y su luz combina montaña y bosque,

la residencia se insinúa, verdes portones

que se abren de par en par a un toque,

mecánicos, inaudibles, a una invisible orden,

veo una jaula, lentas las rejas se descorren.

Junto a mi pecho oigo un batir de alas,

en el abrazo fraterno oigo tu imaginación,

sin embargo tras el abrazo se calla

ante el manso aleteo de la resignación.

En el armario cuelgan vencidas tus alas.

Me has dicho - aquí no hay libre albedrío,

pueden dejar el mundo abierto de par en par,

las jaulas reales existen en reinos sombríos-

Esta prisión la forjé yo, y no quiero escapar,

de la pura realidad ya no me fío,

solo me siento seguro preso tras estos muros,

la cabeza de pájaro bajo rebozo de plumas,

aquí en Castellfranco, en el Veneto,

lejos de las abiertas llanuras de Padua.

 

 

Marvilla© 

Terrassa, 20 de Noviembre, 2017