La Curiosidad De Los Viajeros

Hubo temporadas de sal

De arena rubia, gruesa,

En amaneceres de isla desierta,

Solos el sol y yo, despiertos,

Cuando el agua mansa llega

con su lenguaje de susurros,

A revolcarse con las arenas.

 

Horas de silencio terso,

Entre charlas de gaviotas,

Entre albas garzas, en pareja,

Entre mudos cormoranes negros,

Fui el único humano habitante

En este desierto planeta,

Líquido, aéreo, terrestre.

Me abrazaba la recia arena,

Cada poro de mi ser alerta

A esa agua que me amaba,

Dentro de su vientre desnudo,

En una paz submarina,

Entre los abrazos subacuáticos,

Como primigenia esencia salina,

Oía el mismo canto atávico,

y con Adán, me confrontaba,

En la quietud de la tierra,

Con toda la marea de la vida.

 

¿Dónde se fue aquel aventurero,

Oí preguntar, curioso,

A un anónimo viajero?

Con prudencia respondo,

Ese íntimo velo

Por él, descorro.

 

– Hoy yo rehuyo de esas aguas,

Y de sus besos,

También me escondo de los espejos,

Que son como las aguas,

Con sus líquidos reflejos.

Aún avanzo, aunque más atento,

De lejos miro las orillas,

Donde yacen hoy, narcisos muertos,

Mustios se arraciman,

Como los ahogados por un sueño,

Especímenes extintos,

Entre las oleadas del tiempo

Están los tesoros en el olvido,

Entre palos, entre algas.

Me mantengo, -ya le he dicho-,

Lejos, de apetecibles mareas

Soy impenitente observador,

Pecador de mil pasiones,

Nadé entre cálidas corrientes

Que hoy llegan frías y opalinas,

Como trémulos cuerpos,

Que aún mis nervios erizan.

Pero ya no me atrevo a enseñar,

Como un ermitaño cangrejo,

Lo que hoy es cruda penuria,

Eso, que solo a la indulgencia enseño,

A una caricia de manos sabias,

A una vieja y fiel alma devota,

A esa me doy, a su escrutinio y

Me despojo, entre sus aguas saladas

De todo vano artificio, y

Floto, en dual soledad,

Con mi calma restaurada,

En el calor de su piedad –.

 

 

  ©Marvilla 

Terrassa 20 de Mayo 2017

Fábulas De La Naturaleza

Temprano se levantan con danzas furtivas

sobre el lecho vegetal mullido y frondoso

se elevan, remolonas sobre las cornisas,

sobre el verde traje aterciopelado

que a las recias montañas humaniza.

 

En lentitud, con un tempo de paz estudiado,

nace coreografía sinuosa de sierpe, de erotismo virginal

y se eleva, se diría que navega a la deriva

dejando abajo cada vez más ínfimo lo terrenal.

 

Veo embargado esta danza de pausada parsimonia

cada vez con un nuevo embeleso;

que amanece rocío sobre mis pupila por tal gloria.

 

Vengo de una tierra de planicies extensas,

de praderas donde al infinito se le sigue la pista,

de tierras que se elevan como sobre tacones,

orgullosas de saberse altas y son apenas lomas suaves.

A veces un cerro, o a penas cuchillas, o en ocasiones sierras.

Me entiendes como me siento de emocionado

ante la fuerza de una imponente cadena,

que amansa entre lechosas cadencias sus fieras.

 

Brumas y verdosas montañas cada noche

son plácidas amantes voluptuosas

que juntas yacen, entregadas a misterios de sombras.

 

Susurra sedosas anécdotas la inquieta bruma

a la anclada montaña, por siempre atada a la tierra.

Mentales viajes iluminan la faz de la roca

que sueña con alas para dejar atrás sus fronteras.

Mas luego se oye en la penumbra el relato

de rayos, de cantos, de cascadas de agua platino,

de suaves plumas o de insectos de prístinas alas

cuando la piedra con honda voz de contralto

canta prodigios a la bruma que entregada a la pasión vibra,

y acomoda a la roca, entre sus vaporosos mantos.

Ambas así en esta paz acaban dormidas.

Entre mutuas historias de lo ágil y lo quieto,

las atrapa el ensueño que constante teje más vida.

 

¿Entiendes ahora porqué esta separación me duele.

Este fenómeno que rompe lo terrenal y lo etéreo cada día,

después del reencuentro en la paz pura del sueño?

 

Lentamente, lenta la bruma lechosa; ese algodón de perlas,

se mueve, aún con la suave caricia de la amante complacida.

Aunque yo siento, lo que le cuesta este gesto,

el dolor que nace de la inevitable partida

al dejar de nuevo el regazo de la tierra.

 

Partir, aunque quedarse en lo inefable se quiera,

me duele a mi como golpe de hacha,

como a muerte que a los amantes separa.

 

La veo fluir y como las rocas la desgarran,

la veo sumisa aceptar otra vez su destino,

mientras besa las cimas que alcanzó en la noche,

mientras se aleja, se vuelve nube o mansa en cirros se deshilacha.

Sobre las praderas silenciosas, sufrir se oye,

a la que se unió con la montañas en la cima,

trémula, mientras se vuelve escarcha.

 

 

 

  

 

 

 

©Marvilla 

 Terrassa, 22 de Octubre 2017